Oaxaca cuenta con varias iglesias y catedrales especialmente impresionantes desde el punto de vista arquitectónico. El templo de Santo Domingo de Guzmán es, en mi opinión, el más impresionante de todos, curiosamente a pesar de ser el más grande.
Se entra en la iglesia por una puerta casi discreta y enseguida se encuentra uno rodeado de elaboradas decoraciones talladas en madera y pintadas en parte en oro. El pasillo, de altura normal y relativamente estrecho, conduce a una sala algo más amplia y bastante alta, cubierta por completo de adornos dorados. En serio, aquí cada milímetro está cubierto de oro. Las paredes, el techo… ¡todo! El altar es, por supuesto, lo más destacado, con sus tres altísimas columnas doradas adornadas con figuras.
La iglesia atrae todas las miradas. Incluso si la religión o las iglesias no son lo suyo, esta iglesia es sin duda impresionante. Puede que sea relativamente pequeña, pero su pecho se hincha de orgullo. Verla por dentro es toda una experiencia.
¿Ir o no? Al cien por cien. Soy ateo y me impresionó profundamente.